jueves, 26 de abril de 2007

Estatuto de Cataluña: el traidor Zapatero tira los dados

No ya con la aprobación, sino solo con la tramitación en el Congreso del Estatuto de Cataluña los diputados responsables han dado un golpe de estado. El hecho de que lo estén haciendo sin aparente violencia física, por partes y envuelto en la cínica y narcotizante verborrea falsaria de "tranquilos, tranquilos, que aquí no pasa nada", no atenúa un ápice la verdad del hecho. Es lo mismo que hicieron con el del PNV, ETA e Izquierda Unida (Plan Ibarreche), pero en esta ocasión con el mal propósito de llevarlo a cabo.
Cuando un poder público, un poder del Estado, se apropia ilegítimamente -por la fuerza, en este caso, de los hechos consumados- de todo él, entonces tenemos un golpe de estado. De este Estatuto resulta la destrucción de la soberanía nacional, de la cual ellos, los diputados, solo son delegados depositarios de ella para expresarla. Debería resultar evidente hasta para los más refractarios que únicamente esta soberanía nacional, si cupiese (que no estoy yo muy seguro), es la que podría autodestruirse a sí misma; pero nunca unos individuos, delegados por ella para otra cosa bien distinta. Cuando los diputados toman por sí esta acción, se están apropiando indebida, fraudulenta, ilegítimamente de ella. Como este poder público, una parte del Parlamento, se alza en rebeldía y toma por sí la soberanía nacional y con ella todo el poder público del Estado para destruirla, la acción no tiene otro nombre que el de golpe de estado, el crimen, el de lesa patria y sus autores, el de criminales.
Llegado el punto sin retorno de quiebra de la Constitución en que legalmente no sea posible revertir el despojo, esta canalla no dejará más que dos caminos viables: el uso de la fuerza violenta que restaure la unidad nacional, o la resignación a la desaparición de nuestra nación. La primera daría lugar a una quiebra del Estado con un periodo de ilegitimidad con peligro de dictadura más que probable. La segunda, a un proceso de balcanización en cascada.
A algunos, esto -en la comodidad de sus casas, en la rutina de sus trabajos, en la pulcritud de las oficinas, centros comerciales, transportes públicos que siguen funcionando como si no ocurriera nada- les parecerán delirios febriles de una mente trastornada; y les parecerá inconcebible que pueda pasar nada fuera de la vida rutinaria, sumergidos en un orden público de décadas, sustentado por unas leyes, una policía y un ejército.
Nadie sabe el futuro. Quizá a nadie le importe nada, quizá la Nación, inerte, vaya a la deriva, dócil al capricho de los políticos que en cada parte tomen posesión de ella, y la catástrofe y la ruina solo sean en el orden cultural, económico, histórico, y en términos de la libertad; en tal caso, quizá, los que hayan consentido y propiciado con sus votos esta situación, puedan continuar en la ilusión de Matrix adormecidos por las drogas de propaganda. Pero quizá no. Quizá no ocurra así. Quizá haya a quienes sí les importe el expolio y la muerte de su Nación, y entre ellos haya quienes no se resignen. Todo puede pasar. El traidor Zapatero, sonriente, tira los dados y sus votantes, unos sin saber y otros sin creer lo que está pasando, miran boquiabiertos cómo dan vueltas en el aire.

Y para que las cosas que deben ser recordadas no perezcan con el tiempo y desaparezcan de la memoria de quienes nos sucedan, yo, al ver tantos males y a todo el mundo al alcance del Maligno, como si ya estuviera entre los muertos, yo, que espero a la muerte, he puesto por escrito todas las cosas que he presenciado.

Y para que lo escrito no fenezca con el escritor y la obra desaparezca con el artífice, dejo notas para que se continúe este trabajo, por si algún hombre sobrevive y algún miembro de la raza de Adán escapa a esta pestilencia y retoma el trabajo que he comenzado...

Hermano Odiseo

lunes, 23 de abril de 2007

Spanish Sardana

En España no hay un sistema educativo. Hay, aproximadamente, diecisiete sistemas educativos diferentes. Las competencias en materia educativa fueron cedidas a las comunidades autónomas con extrema ligereza, hace mucho tiempo ya, casi desde el principio. Y con ese derecho malamente adquirido construyeron inmediatamente la herramienta necesaria: la Consejería de Educación, con su centuria perfectamente equipada de trabajadores bien alimentados y excelentemente dispuestos a darlo todo por su respectiva Patria.
Las respectivas comunidades han venido haciendo uso de ese derecho, que se ha ido expandiendo, hinchando hasta la desmesura. Es inconcebible el porcentaje que pueden modificar, por ejemplo, en los contenidos de las diferentes asignaturas. Y siempre apretando, siempre pidiendo, siempre hacia su norte fijo e inmutable. No es de extrañar que, de cuando en cuando, surjan voces alarmadas ante las mil y un tropelías que se están cometiendo continuamente en los diferentes lugares de este Estado-Matrix, probablemente el más atípico del mundo en materia educativa, como en muchas otras cosas.
La idea, hasta ahora intocable, es la siguiente: Es bueno que cada autonomía tenga concedidas las atribuciones en materia educativa, y es bueno que hagan uso de ese derecho para adecuar el sistema general a los contenidos específicos de dicha autonomía, dando expresión a las mil y una peculiaridades, idiosincrasias, singularidades… que pueda tener. Yo niego esa bondad y afirmo que es el germen de inevitables maldades.
Veo a las diecisiete comunidades autónomas bailando una extraña sardana, todas en círculo y mirando hacia fuera, muy pendientes de su baile pero sin prestar la mínima atención a las demás o a la coreografía del conjunto, siempre alejándose del centro… un poco más, un poco más. Y las que se quedan atrás toman como ejemplo a las que van lanzadas. ¡Tonta la última!
La directora de la Biblioteca Nacional de un país de cuyo nombre no quiero acordarme tiene cosas que decir. Ante la pregunta del periodista, responde que no ve ningún problema en que la educación en Cataluña se dé íntegramente en catalán, pues han ganado las elecciones los partidos que defienden la educación en catalán. Me quedo atónito. Esto es un gran engaño. Se me ocurre que si el gobierno de nuestro país, el que elegimos todos los ciudadanos, es de signo contrario, no podrían objetar nada ni ella ni nadie: se podrían suprimir sin más todas las tropelías que estamos presenciando. ¿Lo acataría la señora? ¿Lo acatarían los que no estuvieran de acuerdo? Recuerdo firmísimas declaraciones de desobediencia institucional (uno de los muchos delitos que han dejado de serlo) por parte de varios cargos políticos cuando el anterior gobierno tanteó tímidamente el terreno para la eventual –y finalmente defenestrada– ley educativa que iba a sustituir a la LOGSE.
La misma directora habla del imperio de los Países Catalanes, en un tono de suficiencia y con la cara surcada por una media sonrisa: «Ese imperio existió, guste o no», y se le hincha el espíritu de amor a su tierra. Y mientras tanto, don Ramón ultrajado.
Es todo tan absurdo que lo mejor que puedo hacer es desearos unas ilusionantes elecciones. ¿Esperáis algo bueno de ellas? Me alegro por los que, como yo, sí lo esperan.

martes, 3 de abril de 2007

Equívoco constitucional.

En toda la vida política de España se ha deslizado fraudulentamente un equívoco gravísimo que los políticos, unos han perpetrado traicioneramente, otros, irresponsable, ingenua y cobardemente han consentido en él. Se trata del sentido y significación de la mera existencia de parlamentos autonómicos. Una cosa es lo que es y significa en realidad jurídicamente según la Constitución esta institución política, y otra distinta, lo que se imagina que son. La apariencia y analogía, unida a la acción positiva de los interesados y a la inhibición de los partidos y periodistas han acentuado este equívoco aumentando la divergencia entre lo que son y lo que se cree que son estos parlamentos regionales.

Como los nacionalistas tienen muy claro su deseo y muy firme su voluntad, en toda su terminología e interpretación inyectan ésta en todo a cuanto alcanzan. Así la suposición de que estos parlamentos son la expresión de la voluntad política de cada región. Pero esto, sencillamente, es, mientras exista la nación española, imposible y contradictorio, porque es el caso que la única voluntad política plena es la de la nación española, pues suya es la soberanía desde el siglo XIX. Y estamos ya hartos de oír "los vascos quieren" o "los catalanes quieren" o "los andaluces quieren", etc. Es menester decirlo una vez más, pero con palabras que entiendan hasta los que no quieren entender: Sencillamente, estos colectivos ni quieren ni pueden querer nada que no quiera la Nación española. Y los gobiernos regionales gobiernan y los parlamentos regionales legislan única y exclusivamente sobre los aspectos o competencias que la nación española en uso de su soberanía permite. Y ningún derecho telúrico, divino o humano restringe esta potestad exclusiva de la Nación soberana de organizarse como mejor le venga en gana o le convenga en cada momento. Y así, lo mismo que hay gobiernos y parlamentos regionales única y exclusivamente por la voluntad soberana de la nación española reflejada en su Constitución y en sus Cortes, puede perfectamente en el momento que mejor le parezca o le convenga suprimir estos parlamentos y gobiernos regionales, y organizarse de otra forma, es decir, sin ellos. Buenas razones económicas, liberalizadoras y de autoconservación no le faltan.
Pero, al ser esto así como lo es mientras exista España como nación soberana, la mera existencia de tales parlamentos regionales introduce el equívoco fundamental. Pues, como queda dicho, no tienen otra legitimidad que la de la Constitución española, pero su actuación se lleva a cabo en nombre, no de esta voluntad nacional, sino de otra, de la regional, y no en pro de los intereses nacionales, sino de los regionales. Reforzada esta ambigüedad por las declaraciones y terminología inequívocas de los nacionalistas y cómplices, queda bastante borrosa esta concepción fundamental del sujeto de soberanía, dando lugar a gravísimas consecuencias, pues, de ésta interpretación fraudulenta de los parlamentos regionales y regiones, se derivan las consecuencias lógicas.
Imagino que estas frases habrán causado sorpresa en algunos. Pero estoy seguro que entre estos no habrá ningún nacionalista, porque ellos lo saben muy bien. Y como lo saben, lo combaten con todo tipo de medios; desde la aparente inocua imposición de la toponimia en las lenguas reconstruidas, hasta los asesinatos, pasando por la persecución del español, la fraudulenta historia en el sistema educativo, y hasta algunos tan torpes y ridículos, que da vergüenza señalarlos por el éxito que obtienen, como son los del doble lenguaje que sus líderes e ideólogos suelen usar, que mientras con una mano de prestidigitador hacen ridículos pases mágicos para distraer a los niños, con la otra actúan.
A ver si es posible que periodistas y políticos (tanto del PSOE como del PP) se enteren ya de una vez: No es posible un acuerdo verdadero en esta cuestión de soberanía entre nacionalistas y nacionales. Ya lo saben desde el principio. Y no puede ser de otra forma, porque cualquier mínima cesión por parte de España en términos de soberanía, lleva como consecuencia necesaria a su desintegración. Y si tras 25 años de pruebas y evidencias, alguien todavía no entiende y asume que los nacionalistas todos, CIU, PNV, etc., no persiguen otra cosa que esta soberanía o independencia, mejor es que se abstenga de entrar siquiera en consideraciones políticas y sociales.
Cada vez que en los medios de comunicación se emplea esta terminología, se inyecta su interpretación bastarda o ilegítima. De manera que, por favor, no nos hablen tanto de sociedad vasca o pueblo catalán, ni de asociación de fontaneros o criadores de perros, ni del municipio de San Jenjo o la comarca de Calatrava, como si tuvieran alguna eficacia política, porque, primero, en cada uno de esos colectivos habrá de todo; segundo, sus mayorías, en términos de ejecución política, fuera del ámbito que la nación les permite a través del orden constitucional, nos traen en verdad sin cuidado; y tercero, porque la poca fuerza que tienen, les viene como regalo al suponérsela.