lunes, 24 de septiembre de 2007

La muerte tenía un precio

zETA P nos amenaza con recuperar el proceso de traición en caso de que gane las próximas elecciones generales, entregando a terroristas asesinos enemigos de España cesiones y concesiones sin derecho alguno para ello. A cambio pide tan solo un cierto número de muertes cesantes o vidas de compatriotas. Desde luego, tienen de sobra para pagar, como si este mentecato se las atribuyera ya por derecho. Bien, bien, iluminado zETA P, pongamos por caso que algún listillo acude a su banco y saca de la cuenta que éste lince nos ha abierto a todos, por ejemplo, 1.000 muertes.
--Deme 1.000 muertes.
--Hombre, ¿no será mucho?
--¿es que no tengo saldo? Oiga, démelas ahora mismo o empiezo por usted mismo.
--Bueno, bueno, no se ponga usted así, que no es para tanto. ¿Se las doy en billetes grandes o de uno en uno?
--Póngame un poco de todo... y dese prisa.
--?Las quiere de algún grupo especial? Eso siempre tiene bonus. ?Negros? ¿moros? ?curas? ¿policías? ?políticos? ?periodistas? Aquí estamos para servir al cliente. Fíjese que el otro día vinieron unos separatistas y se llevaron...
--Déjese de cháchara y démelos al portador, que ya yo los iré distribuyendo.
--No se hable más. Aquí tiene. Y que lo disfrute con salud.
Con este capitalito, nuestro listillo se nos presenta en la Moncloa y pregunta al primer socialista que pasa por allí.
--Perdón, ¿podría indicarme por dónde está el negociado de Negociación?
--¿Para un proceso de paz o de guerra?
--Hombreeee, de paz por supuesto, depaz. ¡Qué pregunta más estúpida! Quiero abrir una negociación de paz.
--¿Tiene usted con qué pagar?
--Mil muertes. ¿A qué precio están?
--¡Uy, eso es una fortuna! Oh, sí, por supuesto. Pase, pase, al fondo a la derecha. Pregunte por Rubalcaba o de la Vega. Quizá el mismo zETA P tenga tiempo para atenderle. Creo que ya está terminando con Otegui.
--¡Apártese, mequetrefe! que ya estoy perdiendo tiempo de gobierno de unos territorios a los que les tengo echado el ojo.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Neuronas "progresistas"

Extraordinario artículo de Cristina Losada publicado en Libertad Digital:
Experimento
Neuronas "progresistas"

Al fin, un estudio científico viene a ratificar lo que siempre han dicho Pepiño Blanco y otros intelectuales del progresismo ortodoxo de sí mismos. Que
están más abiertos al cambio y a la innovación que el resto de los mortales. Cierto que el experimento se ha realizado sólo con 43 sujetos y que su autor,
el doctor David Amodio, ha advertido que no deben extrapolarse los resultados, pero el hecho es que, como proclama un reportaje de El Mundo, se han detectado
por vez primera "diferencias neurológicas entre individuos que se definen a sí mismos como conservadores o progresistas". Consisten aquellas en que los
primeros son más reacios a adoptar cambios en su pensamiento y en sus juicios morales, mientras que los segundos son más receptivos al cambio y más capaces
de romper viejos hábitos. El tópico y el lugar común han encontrado un agarre en las neuronas. Pero si pasamos del laboratorio a la realidad comienzan
las dificultades.

Como las nuevas de ese informe llegan en el aniversario de los atentados del 11 de septiembre, viene a cuento recordar que aquella masacre supuso un vuelco
histórico. Apareció en toda su potencia destructora un terrorismo islamista que se había venido incubando ante los brazos cruzados (actitud conservadora)
de las democracias occidentales y especialmente, de Estados Unidos (Clinton, progresista). Surgía un tipo de guerra distinto a todas las anteriores. Aquel
terrorismo se erigía en la principal amenaza para las sociedades abiertas. Y, sin embargo, esos factores nuevos sólo entraron en las neuronas de la izquierda
para ser despachados en los términos rutinarios: Estados Unidos fue declarado culpable. No contentos con mantener ese hábito de pensamiento, los "progresistas"
del mundo se revelaron como fieros defensores del statu quo. Lamentaron que se derrocara a los talibanes que alojaban a las huestes de Ben Laden e hicieron
todo lo posible para que se dejara en paz, con sus genocidios, a Sadam Husein. En suma, hay novedades ante las que los cerebros del progreso se cierran
en banda.

Pero es verdad que hay otros cambios a los que se abren con gusto. Aquí, sin ir más lejos, los mismos que defendían la política antiterrorista del sepultado
Pacto por las Libertades, pasaron a abogar de un día para otro por todo lo contrario. Quienes no aceptaban la negociación política con ETA, la aceptaron;
quienes no querían ceder ante esa banda, quisieron; quienes habían dado calor a las víctimas del terrorismo, las insultaron. Esa innovación penetró en
las neuronas con enorme facilidad. Y no sólo en las de los dirigentes socialistas, de flexibilidad probada, sino también en las de sus seguidores. Y es
que se cumplía la única condición requerida para que en los predios "progresistas" se asuman giros copernicanos: que los promueven "los suyos". Siendo
así, cualquier mutación se digiere y se metaboliza ipso facto. Sin discusión.

Pues, aunque esto no lo ha estudiado el doctor neoyorquino, los cerebros de los que presumen de "progresistas" presentan características singulares que
los inducen a creer en las palabras y no en los hechos, en las intenciones y no en los resultados. Piensan así que todo lo que hace un "progresista" declarado
redunda en el progreso de la humanidad; y si la realidad lo desmiente, simplemente la apartan. Habitan una caverna ideológica muy confortable y no quieren
salir al exterior. Creen incluso que allí disponen del monopolio de la verdad y de la crítica, lo que los incapacita para buscar la primera y para ejercer
la última. Esas taras han hecho de ellos una especie dogmática, sectaria, mudable y, a la vez, conservadora. Sobre todo, naturalmente, de sí misma.