jueves, 15 de octubre de 2015

Falacias electorales

Vidsios e deleites e falacias de las elecciones y el sistema electoral.

  Las falacias electorales fueron y son urdidas y establecidas deliberadamente unas veces, sobre la marcha y para salir del paso otras, por la casta parásita política para perpetuarse en sus privilegios y medios de subsistencia, propagadas por los medios de comunicación casi a todos los niveles y acogidas  por los ciudadanos, a las cuales falacias se entregan con fervor.
  Debe advertirse que las falacias están basadas y sustentadas por un pequeño núcleo de verdad que le dan consistencia a la bola de nieve. Este núcleo tiene la doble misión de iniciar o justificar el inicio de la falacia por un lado, y tranquilizar la conciencia de la víctima a modo de anestésico, como el que se encuentra en la saliba de los vampiros que impiden la reacción mientras se succiona la sangre.   Entonces, La falacia consistiría en la confianza vicaria o creencia en la extensión fraudulenta y absolutización de ese pequeño núcleo de verdad.

1.- La falacia de la hiperresponsabilidad ciudadana en general.
Curiosa hiperresponsabilidad que, junto con la indolencia durante los periodos no electorales, los ciudadanos sienten.
Así, pierden de vista el verdadero sentido del sufragio y sienten el peso de la responsabilidad, como si fueran grandes estadistas autócratas, intentando solventar problemas que, ni los han creado los ciudadanos, ni son responsabilidad suya. Por ejemplo, miedo a las represalias de los opositores, cálculos esotéricos y extravagantes acerca de las futuras composiciones de cámaras y parlamentos, etc.

2.- La falacia de la hiperresponsabilidad de la gobernabilidad. Es un caso particular de la anterior.
SE han podido ver a ciudadanos preocupadísimos por los resultados electorales, haciéndo cábalas, orientando, rectificando y aún torsionando su voto en función de las aritméticas parlamentarias, considerando el caos de no ponerse de acuerdo los partidos para poner a un presidente, tal como si el ciudadano fuera responsable de esto y no de apoyar con su voto la opción más beneficiosa para el bien público. Y tal como si el absurdo sistema de elección del presidente no estuviera diseñado, precisamente, para hurtarle ese derecho. Y en lugar de protestar y luchar contra esa ley, el ciudadano hiperresponsable se entrega a ella ingénuamente, como el siervo pretendiendo votar en los derechos dinásticos del señor... ¡manteniendo limpia la cuadra!
  Aquí también son víctimas de esta falacia los partidos minoritarios que, a toda costa creen que son ellos los responsables de que se elija un presidente o alcalde.
Por ejemplo, en las últimas elecciones autonómicas de Andalucía, nos hemos quedado perplejos al ver cómo el partido Ciudadanos ha dado el poder al que ellos mismos habían estado denunciando durante meses como corrupto e inadmisible, al partido de los ERES, el Faisán, etc. Denuncia y actitud en la que ellos mismos justificaban su existencia.
No tenía ninguna obligación de hacerlo... Y sin embargo, pusieron en el gobierno al partido corrupto. Igualmente Vox, con sus concejales, permitió el acceso a "nosecuál" alcaldía a un candidato del PP, personaje que ellos mismos desprecian y denuncian, según ellos mismos argumentan, para que no saliera alguno de los otros peores.

3.- La falacia de la irrelevancia del voto. Es el reverso de la falacia de la hiperresponsabilidad. Sirve para justificar y acallar la conciencia cuando en momentos decisivos de especial complejidad, muchos ciudadanos se inhiben de la responsabilidad de votar, evitando así quizá perjudicar con su voto contrario al partido que le tiene cautivo.
Falacia del "Todos son iguales". Igual de ladrones y sinvergüenzas, se entiende: Aunque con distinto origen, se llega a la misma conclusión de la irrelevancia del voto y la consiguiente abstención.
  Es difícil ver cuándo estas justificaciones son falacias, y cuándo responden a una situación real, es decir, cuándo realmente no hay alternativas dignas y razonables. Y es difícil también discernir si el sólo hecho de votar y participar del sistema corrupto ya es apoyarlo y bloquear su regeneración radical. Frente a las razones evidentes que suponen un apoyo al régimen corrupto, al contrario, por ejemplo, están los terroristas batasunos que participan y parasitan las instituciones, mientras pretenden su derrocamiento. Quizá, sospecho, que se tratan de apoyos a distinto nivel. Se trata de los principios de la democracia: los batasunos pueden participar en este sistema pseudodemocrático corrupto porque ambos (ellos y el sistema) los desprecian.
 
4.- La ocultación de la verdadera responsabilidad del ciudadano. Es la complicidad en las fechorías de la casta política cuando se la refrenda año tras año. Supone la última fechoría retardada de la casta política, como ocurre con las bombas atómicas aguafiestas.
  Esta falacia, al ocultar la verdadera responsabilidad de los ciudadanos, sin que se advierta, provoca el envilecimiento de la población al hacerles y hacerse cómplices y al cabo partícipes de ellas. Así es. Los millones de votantes reincidentes del PSOE son faisanes, tanto como los del PP, volinagos.

5.- La horrible tolerancia a la mentira. Hay cuatro o seis vectores mentirosos según que las mentiras sean dichas por nuestros amigos o enemigos, según vayan dirigidas a embaucar a ciudadanos partidistas, simpatizantes o adversos o incluso a la nación entera. Los ciudadanos son conscientes de que son engañados, mentidos y despreciados y, sin embargo, toleran y propician la perpetuación en los cargos públicos de esos personajes mentirosos y les vuelven a votar año tras año.
Este vicio envilece al ciudadano haciéndole negar al cabo la realidad misma. Empiezan por tolerar las mentiras, continúan defendiéndolas y al cabo llegan a negar los hechos para narcotizar su conciencia y justificar lo injustificable.

6.- La falacia del mal menor.
  Esta falacia supone que, aunque un partido perpetre actos que repugnen a la conciencia, desde corrupciones individuales, hasta actos de lesa patria (colaboración con terroristas y separatistas), pasando por sistemas de corrupción institucionalizada (ERES de Andalucía, Juan Guerra, etc.), habría que continuar votando esos mismos partidos, porque los otros... (en realidad se refieren sólo a uno para que resulte más difícil escapar del fraude lógico); así es que, rectificando, habría que seguir votando al partido delincuente, porque <> sería muy muhcho peor.
  SE mantiene el absurdo de que no importa que el partido delincuente, con sus actos lleve a la ruina, a la postración y a la desintegración de la nación, porque el otro será peor.
  Esta será una de las vigas maestras para mantener en pie muy bien el sistema bipartidista separatista, la partitocracia oligárquica y los medios de subsistencia clientelar de la casta política.
  A esta falacia le es muy útil la ayuda de la de izquierda-derecha, la cual le hace la mitad del trabajo.
los partidos autoproclamados "de izquierda", por interés, y los demás, por interés también o estulticia, harán todo lo posible por extenderla.


7.- La falacia izquierda derecha. Es una fantasmagoría muy útil que allana toda reflexión inteligente sobre los problemas y sus soluciones, remitiéndolos al plano unidimensional de la irracionalidad de la pertenencia a la tribu. Tiene el mismo origen psicológico y racional que la pertenencia y defensa de los equipos de fútbol en la actualidad, o la de los colores verdes y azules en el imperio romano y bizantino. Mientras tengamos a nuestros partidarios, no porque nos eligen sino porque lo son, es la mejor garantía de perpetuación en mis privilegios.
  Aquí habría que considerar la prostitución y envilecimiento de los vocablos y conceptos. Consiste en emborronar su significado concreto y aludir con ellos a realidades y límites incontrolables. Hay palabras que pierden esa significación a fuerza de envilecerlas obligándolas a significar cosas distintas. Por ejemplo, la palabra "democracia" en boca de comunistas, como en el nombre de la Alemania del Este. En política, "conservador"; ésta, además de envilecida, falsa o falsificadora de la realidad, es ridícula. Y, desde luego, izquierda - derecha entrarían en este género. Para darse cuenta de esto basta ver la diversidad de personajes que entrarían bajo estas etiquetas. Entiendo que los que más tienen interés en mantener la superchería son los que se sienten tan a gusto con ella y con ella se identifican. Los otros, (claro, necesariamente hay unos otros y, además uno solo) se la atribuyen por puro reflejo y tan dócil como absurda sumisión.
Tanto que, como todos sabemos, la palabra "derecha" constituye descalificación inmediata, equivalente insulto a través de la cadena de equivalencias, facha -> fascista.Alquimias de la propaganda. Ingénuamente, tanto los que se declaran en términos de derecha o izquierda, creen que pueden establecer los significados de las palabras a su arbitrio y van a significar lo que ellos quieran. Y, desde luego, si no se puede controlar el significado de las palabras, muchísimo menos el de las connotaciones. ¿Pero no acabo de decir que las palabras se corrompen desvirtuando sus significados y ahora digo que los ingénuos no pueden hacerlas significar otras cosas? Claro, por eso es una cuestión compleja.

8.- La falacia de la representación ciudadana. Lo que es falacia no es que deba ser, sino que lo sea con este sistema electoral. Actualmente los diputados y consejeros son representantes, no de los ciudadanos que les votan, sino de los partidos y sus oligarquías que les ponen en los cargos, de los cuales hacen sus medios de vida.
- Y esto, la representación política ciudadana, sólo es posible mediante dos mecanismos "necesarios", ambos irrenunciables: 1) vinculación directa entre ciudadano y representante; vien mediante distrito unipersonal, vien mediante representante ponderado. 2) Capacidad de revocación inmediata por parte de los ciudadanos. Y un tercer punto, éste ya sin ser obligatorio aunque sí muy saludable: 3) Responsabilidad penal por incumplimiento explícito, es decir, traicióna sus votantes con suplantación de su voluntad política.

9.- La falacia de Maricon Plegines. Extendida y propagada ad nauseam por Federico Jiménez Losantos. (Lo siento, pero es así).
  Se trata de repudiar los actos reconocidos como perniciosos, pero tolerar y justificar (en el fondo) las personas y partidos que los perpetran aduciendo buenas intenciones en origen, llevados o arrastrados sin embargo por la vergüenza o complejo para mantener las propias ideas y criterios y evitar la de no ser apostrofados por el contrario, precisamente, por lo que aborrecen estos contrarios, sea verdad o no.
Así el PP realizaría acciones impropias de su ideario y de su discurso electoral para mimetizarse con el PSOE y evitar ser apostrofados de fachas o cavernarios o cualquier tontería de éstas. Igualmente el PSOE para mimetizarse con los separatistas, por complejo de España y patriota.
  Esta falacia hace y ha hecho mucho daño, porque paraliza cualquier reacción ciudadana ante las suplantaciones y traiciones de los políticos a quienes votan, haciendo que estos ciudadanos traicionados queden sujetos y adheridos, como excrecencias viscosas, a la casta de sus políticos traidores. No es fácil desembarazarse de esta falacia, pues qué:
-<<¿Es que estos políticos no los elegí yo? ¿No son los míos? Será verdad entonces que no son tan malos, sino buenos en el fondo que momentáneamente andan desorientados, pero que pronto retomarán el camino>>. Es algo parecido a lo que hacen algunas madres cuando disculpan a hijos de escasa moralidad, aunque repudiando el acto inmoral.
  Además de neutralizar las tendencias sanas de los ciudadanos que es la de repudiar el mal, esta falacia invierte la moralidad pública, pues bonitamente y sin darnos cuenta, deslizándonoslo de entre las manos, nos hurta a los ciudadanos de, si no el único, sí uno de los mejores criterios conocidos hasta ahora para valorar y darse cuenta de las cosas, tanto en cuestiones sociales, como políticas, como personales: esto es los actos de las personas. Ahora ya, según esta máquina insidiosa, ya no tendríamos que juzgar a los partidos por lo que hacen y dejan de hacer, sino por sus supuestos sentimientos e hipotéticas convicciones.
  Pues no, juzgaremos sus pecados en todo como nos enseñó el catecismo que son; esto es, de pensamiento, palabra, obra y omisión... como es lógico y natural. Y entenderemos que las acciones perniciosas, si no se justifican, disculpan y rectifican, serán perversas.

10.- La falacia del voto útil
  Por último llegamos a la más efectiva de todas las falacias, porque echa una cadena al cuello del ciudadano haciéndolo siervo del partido o cuartel en que los profesionales tienen dividido el poder público y el presupuesto.
     Esta falacia es una de las principales y más perniciosas y efectivas con que la casta política, ni muy inteligente ni muy honesta, ha encadenado y dirigido la acción política de los ciudadanos de bien, que en su inmensa mayoría es la del voto en las diversas elecciones a que son llamados para refrendar sus fechorías.
Esta falacia se articula en varios argumentos, todos falsos y todos interrelacionados:
a( Con el sistema actual, votar a un partido que las encuestas predigan que no sacará representante es tirar el voto y esto sería de tontos.
Si esto fuera así la generalización del principio podría reducirse al absurdo de suprimir las elecciones y tomar los resultados directamente de las encuestas. Hay un relato de ciencia ficción de Asimov en el que el presidente de los Estados Unidos en el futuro es designado por una supercomputadora que sustituye las elecciones haciendo extrapolaciones de la opinión pública tan precisas teniendo en cuenta miles de parámetros.
b) Votar a un partido distinto del mayoritario es, ¡nada menos! que hacer que salga el candidato del siguiente. Se apoya en la falacia del mal menor y en la de la hiperrresponsabilidad del ciudadano, por el voto del miedo.
  Como si los ciudadanos fuésemos los culpables de la pérdida de los votos de los partidos y no causada por sus corrupciones y traiciones. Y, además, como si los ciudadanos fuésemos los responsables de arreglar los desaguisados que durante la legislatura han perpetrado ellos dedicándose a demoler su base, principios e instituciones.
C( La suma ya no cumple la propiedad conmutativa y es asimétrica. Ja ja ja.
Los votos de Vox, sumados a los restos del PP, dan un concejal. Pero los restos del PP, sumados a los votos de Vox... ¡Nada! ¡no existe! ¡ni se sabe ni se piensa ni puede imaginarse!
  Así es. En las últimas elecciones municipales Esperanza Aguirre, con una caradura estupefaciente, echaba la culpa de que el próximo alcalde fuera a ser la de los locos comunistas bananeros a los pocos miles de ciudadanos que habían votado a Vox, pues con esos miles de votos hubiera dado para obtener un concejal más del PP y y alcanzar con él la mayoría absoluta. ¡Qué cara! ¿no?
1º( Daba por supuesto que esos ciudadanos, de no votar a Vox, iban a votarla a ella y su corrupto partido, como si fueran de su propiedad o cosa parecida.
2º( Con una desvergüenza increíble sumaba los votos de otro partido a los restos del suyo para obtener el concejal. Claro, y de la misma manera Vox podría decir que esos pocos miles de votos del PP que no dieron para sacar el concejal, si hubieran votado a Vox, éste lo habría obtenido. Y por tanto, culpables del concejal que fue a parar a las otras listas y no a Vox habrían sido los miles de votos de los restos del PP y, según el extraño razonamiento, culpables de que el alcalde de Madrid sea la sectaria de las listas bananeras.

Conclusión
  Vemos pues, que la casta política, para perpetuarse en el reparto del poder y los presupuestos públicos, ha conseguido de los ciudadanos y sociedad en general hacerles partícipes de la propagación y mantenimiento de todo un sistema de principios falaces electorales con que encadenan la voluntad política de estos mismos ciudadanos elección tras elección. Ciudadanos y medios de comunicación, entiendo que sólo tienen un motivo para fingir creer, aceptar y propagar tales mentiras falaces: el de su interés. Hay quienes los tienen, desde luego, materiales e ideológicos de secta, pero la mayoría los aceptan, aunque errónea, sinceramente.
  Es difícil orientarse en el piélago de complejidades, perspectivas distorsionadas, engaños deliberados, etc. Por eso una brújula electoral de emergencia para estos momentos de confusión sería:
1.- Votar al partido que consideremos que propone acciones que nos parecen justas y de utilidad pública.
2.- Repudiar sin concesiones las mentiras y traiciones.
3.- Repudiar sin concesiones actos que nos parezcan inadmisibles e intolerables. Son los relacionados con nuestras convicciones morales: atentados contra la vida, la libertad, la propiedad privada, el imperio de la ley, la supervivencia de la nación, etc.
4.- Rechazar de plano el chantage moral de los partidos corruptos: "Sí, somos así.... Pero, o nosotros o el caos" de los otros.

Por último, estas consideraciones electorales suponen un antídoto contra la manipulación política de los electores, pero de ninguna manera en absoluto la aceptación del sistema electoral que se analiza. Antes bien, es menester denunciar, no ya las falacias con que se trata de subvertir la representación democrática de los ciudadanos en las instituciones, sino el mismo sistema corrupto en origen y construido, precisamente, así con ese objeto. Estas falacias no crean la corrupción del sistema, sino que lo apuntalan y refuerzan.
  Un sistema democrático que lo sea en verdad y no de nombre exije un sistema electoral que dé la máxima y más fiel representación política de los ciudadanos en las instituciones y en la decisión de las cuestiones fundamentales. Esta representación y los métodos que se empleen para llevarla a cabo, dependerán del tiempo y las circunstancias. Un imperio, una polis o una nación, necesitan requisitos distintos; medios de comunicación por satélite o por caballo, permiten formas completamente distintas. Etc. en las circunstancias actuales, para que nuestro sistema no sea una pseudo-democracia, esto es, una falsa democracia, deberá tener las siguientes características YA VISTAS ALGUNAS EN LA FALACIA 8:
1.- Elecciones presidenciales. Ningún intermediario necesita el ciudadano para elegir a su gobernante que le va a mandar durante años. Cualquier inserción de intermediarios es un subterfugio para hurtarle esta facultad y este derecho. La situación actual es deplorable. No sólo no podemos elegir a nuestros gobernantes, sino que hay dos niveles de intermediarios: la oligarquía del partido y la lista de listos. Y a ninguno de ellos elige realmente el ciudadano; sólo lo refrenda por adhesión.
2.- Representantes legislativos de los ciudadanos en vínculo directo con ellos: bien mediante distrito unipersonal, bien mediante representante ponderado. Además, con la capacidad de revocación de dicha representación por parte de los ciudadanos que lo eligieron, para el caso en que lo consideren oportuno.
  Esperemos que muy pronto los ciudadanos seamos capaces de sacudirnos esta casta parásita de entre los velos y nieblas de mentiras y falacias, y alcancemos la libertad y la prosperidad de nuestra nación, que será la nuestra.