Cuando un poder público, un poder del Estado, se apropia ilegítimamente -por la fuerza, en este caso, de los hechos consumados- de todo él, entonces tenemos un golpe de estado. De este Estatuto resulta la destrucción de la soberanía nacional, de la cual ellos, los diputados, solo son delegados depositarios de ella para expresarla. Debería resultar evidente hasta para los más refractarios que únicamente esta soberanía nacional, si cupiese (que no estoy yo muy seguro), es la que podría autodestruirse a sí misma; pero nunca unos individuos, delegados por ella para otra cosa bien distinta. Cuando los diputados toman por sí esta acción, se están apropiando indebida, fraudulenta, ilegítimamente de ella. Como este poder público, una parte del Parlamento, se alza en rebeldía y toma por sí la soberanía nacional y con ella todo el poder público del Estado para destruirla, la acción no tiene otro nombre que el de golpe de estado, el crimen, el de lesa patria y sus autores, el de criminales.
Llegado el punto sin retorno de quiebra de la Constitución en que legalmente no sea posible revertir el despojo, esta canalla no dejará más que dos caminos viables: el uso de la fuerza violenta que restaure la unidad nacional, o la resignación a la desaparición de nuestra nación. La primera daría lugar a una quiebra del Estado con un periodo de ilegitimidad con peligro de dictadura más que probable. La segunda, a un proceso de balcanización en cascada.
A algunos, esto -en la comodidad de sus casas, en la rutina de sus trabajos, en la pulcritud de las oficinas, centros comerciales, transportes públicos que siguen funcionando como si no ocurriera nada- les parecerán delirios febriles de una mente trastornada; y les parecerá inconcebible que pueda pasar nada fuera de la vida rutinaria, sumergidos en un orden público de décadas, sustentado por unas leyes, una policía y un ejército.
Nadie sabe el futuro. Quizá a nadie le importe nada, quizá la Nación, inerte, vaya a la deriva, dócil al capricho de los políticos que en cada parte tomen posesión de ella, y la catástrofe y la ruina solo sean en el orden cultural, económico, histórico, y en términos de la libertad; en tal caso, quizá, los que hayan consentido y propiciado con sus votos esta situación, puedan continuar en la ilusión de Matrix adormecidos por las drogas de propaganda. Pero quizá no. Quizá no ocurra así. Quizá haya a quienes sí les importe el expolio y la muerte de su Nación, y entre ellos haya quienes no se resignen. Todo puede pasar. El traidor Zapatero, sonriente, tira los dados y sus votantes, unos sin saber y otros sin creer lo que está pasando, miran boquiabiertos cómo dan vueltas en el aire.
Y para que las cosas que deben ser recordadas no perezcan con el tiempo y desaparezcan de la memoria de quienes nos sucedan, yo, al ver tantos males y a todo el mundo al alcance del Maligno, como si ya estuviera entre los muertos, yo, que espero a la muerte, he puesto por escrito todas las cosas que he presenciado.
Y para que lo escrito no fenezca con el escritor y la obra desaparezca con el artífice, dejo notas para que se continúe este trabajo, por si algún hombre sobrevive y algún miembro de la raza de Adán escapa a esta pestilencia y retoma el trabajo que he comenzado...
Hermano Odiseo