07/12/2018
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En el aniversario de la Constitución han vuelto a oírse
las loas a la situación actual supuestamente democrática y contrapuesta al
franquismo, cuando si a algo se contrapone la democracia es a la situación que
hemos alcanzado por obra de partidos convertidos en verdaderas mafias.
Una de los inventos más desvergonzados es el de
“partidos constitucionalistas” en oposición a “los golpistas”. La
oposición real es entre partidos que defienden a España y los que la atacan. No
existen tales constitucionalistas, todos son cómplices y auxiliares de los
golpistas. De hecho lo vienen siendo desde la elaboración misma de la
Constitución, como he expuesto en La
Transición de cristal, acerca de lo cual se trata de mantener
engañado al pueblo. España es una realidad histórica y cultural demasiado
potente para ser liquidada de la noche a la mañana, pero desde entonces hemos
asistido a un empeño tenaz por destruirla por dos vías: mediante un proceso de
disgregación apoyando y financiando a los separatismos, y por un proceso
auxiliar de disolución en la llamada Unión europea. El doble proceso se aceleró
con la formación de un tercer frente popular por Zapatero, empeoró con el
gobierno de Rajoy y está entrando en una fase ya sumamente peligrosa con el
gobierno actual.
Así, en esta presunta democracia de imponen leyes totalitarias
sumamente tiránicas como la de memoria histórica y al parecer ¡no
pasa nada! Se imponen leyes LGTBI que niegan la familia, hacen de la
homosexualidad la piedra de toque de la moral pública e intentan controlar no
ya el pensamiento sino los mismos sentimientos de las personas ¡y no pasa nada!
Se rescata a la ETA y se premian sus crímenes, convirtiéndola en una potencia política
¡y no pasa nada! Se homenajea públicamente a los asesinos separatistas ¡y no
pasa nada! Se vacía del estado a varias regiones ¡y no pasa nada, todo es
democracia! Se declara amiga y aliada a la potencia que invade nuestro
territorio en un punto estratégico clave ¡y no pasa nada! Se envían tropas a
provocar o intervenir en asuntos completamente ajenos a nuestros intereses ¡y
no pasa nada! Se promueve la sustitución progresiva del español por el inglés
como lengua de cultura ¡y no pasa nada! Los políticos de una parte del país se
declaran en rebeldía frente al estado y en lugar de ser destituidos y
encarcelados se les permite mantener un golpe de estado permanente, ¡y no pasa
nada! Una policía regional apoya abiertamente el golpismo separatista ¡y
no pasa nada! Se promueve una política simultánea de aborto masivo y de
inmigración masiva, como si se quisiera ir eliminado progresivamente a los
españoles ¡y no pasa nada! Un falso doctor vinculado familiarmente a la
prostitución homosexual, con un gobierno no elegido de tiorras
perturbadas que creen que la maternidad es esclavitud y que el amor entre
hombre y mujer es un mal, festejan a diversos tiranos y tratan de
ultrajar los restos de Franco. Es decir, del hombre que no solo salvó la unidad
nacional, que salvó a la Iglesia del exterminio y trajo de vuelta la
monarquía, sino que creó condiciones para una democracia estable y
convivencial, y, una vez más ¡no pasa nada! La corrupción se constituye
en una seña de identidad de los actuales partidos ¡y no pasa nada! Podríamos
seguir, pero en resumen, estamos en una democracia fallida por obra
precisamente de los antifranquistas, que utilizan su farsante antifranquismo
para proseguir su obra de demolición de España y de la democracia.
Pues bien, por fin está empezando a pasar algo, como
indican las elecciones andaluzas. Esos partidos creían haber asfixiado el
patriotismo español tras cuarenta años de embustes y demagogias, y resulta
que no ha sido así. El patriotismo no solo es esencial para la supervivencia
de una nación, sino también para mantener la democracia. Porque en ausencia de
él, los intereses de partido se vuelven absolutos y determinantes, y desgarran
la convivencia en paz y en libertad. Esto es algo que nunca han entendido esos
partidos mafias que, precisamente, han intentado presentar el patriotismo como
enemigo de la libertad, y como enemigo de la democracia al franquismo, un
régimen que no tuvo oposición democrática sino totalitaria, y de la que no
podía salir en ningún caso una democracia.
Ahora VOX tiene la posibilidad y la responsabilidad
de cambiar todo eso. Se le ha votado precisamente para que cambie el grotesco y
farsante panorama político en que vivimos. Haría muy mal en intentar dar
explicaciones o justificarse ante las acusaciones de sus enemigos, enormemente
alarmados y que se erigen en fiscales cuando tendrían que estar en el banquillo
de los acusados. VOX parece tener otro lenguaje, debe completar su discurso en
algunos puntos y convertirse en fiscal de los partidos-mafias, llevarlos a
ellos al banquillo. Porque si España y la democracia han de subsistir, esos
partidos deben desaparecer y ser sustituidos por otros que se identifiquen con
su propia nación y con la libertad.
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