Tres casos a principios del siglo XXI
Expongo tres casos verídicos que se dan En la España actual y que presentan un factor común.
Caso 1. En un pueblo de Salamanca un ciudadano, harto de soportar las reuniones ilícitas que a la puerta de su casa hacen otros ciudadanos bajo la burda denominación de “botellón”, presenta una denuncia y el juez prohibe las tales reuniones. Pero estos mentecatos asilvestrados no hacen ni caso de dicha orden, desacatando y sobreponiéndose a la ley general e imponiendo la de su voluntad. Y, no sólo prosiguen su actividad ilícita, sino que, además, estos, en número decientos, acosan e insultan violentamente al pacífico ciudadano que exijió su derecho, cercándole en su casa, mientras que la policía asiste ipasible al asalto sin hacer otra cosa que ordenar el tráfico. El alcalde manifiesta que no puede hacer cumplir la sentencia, porque entonces tendría que llamar al ejército. A la hora de ahora, ni este alcalde ni estos amotinados todavía no están en la cárcel.
Caso 2. En un barrio de Valencia, una gentuza violenta denominados vulgarmente “gorrillas” extorsionan mafiosamente a los ciudadanos que aparcan los coches exijiéndoles la entrega de una cantidad de dinero bajo la amenaza implícita y explícita contra sus personas y sus vehículos. Conocido este hecho, obviamente, por los vecinos, por la policía y por las autoridades políticas, la extorsión continúa y ni los delincuentes ni los políticos que, por omisión, los protegen están en la cárcel.
Caso 3. Una amiga mía, alta y delgada como un junco, junto con sus vecinos padecen las amenazas, insultos y agrsiones de una banda de gamberros que ha tomado posesión de la vía pública a la entrada de su casa. Conocido el hecho, obviamente, por los vecinos y la policía, continúan con sus atropellos sin más restricciones que el arbitrio de su voluntad.
En estos tres casos que son representativos de un estado general, bajo las diferencias de gravedad y número de afectados, aparece la misma nota común: la corrupción de la justicia por parte del poder público.
martes, 8 de julio de 2008
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4 comentarios:
Esto me recuerda a unas consideraciones de Ramón Menéndez Pidal acerca de la corrupción de la justicia y, precisamente, en España. Es esperanzador, porque entre la descomposición y la vitalidad, no hay un determinismo fatal, sino un cambio en la voluntad y en la orientación.
[...]. En la vida histórica, todo periodo de auge se distingue por una vigorización de la justicia, y lo contrario en las épocas de decaimiento. Este contraste se manifiesta con la mejor claridad en la más radical de las mudanzas que la historia de España registra. Un cambio como el que sobreviene en toda la vida nacional cuando, tras la desastrosa época de enrique IV, subieron al trono los Reyes Católicos, sólo se comienza a explicar constiderando una ejemplar instauración de la justicia. Entonces, la obra justiciera fue trabajosa labor que ocupó casi por entero los siete primeros años del nuevo reinado invertidos en reducir a los caballeros salteadores y demás tiranuelos, fautores de todo desconcierto. Siete años continuados con otros muchos después menos revueltos, pero igualmente atentos a la presión rectificadora. El cambio operado fue bien visible en toda la administración pública y los cronistas lo hacen notar. Antes se vendía no sólo la justicia civil, sino la criminal. Todo juez repetía una de las máximas favoritas de Enrique IV: "que el cadáver del ajusticiado no vale nada y es muy preferible librar a los criminales de la horca por dineros". Después, como como famosa antítesis a la depravada máxima enriqueña se nos ofrece el caso del salteador caballero de Medina, quien, a fin de salvar su vida, prometía aprontar 40.000 doblas para la guerra con los moros. Pero la Reina Católica, deshechando la oferta, le hizo degollar y no quiso confiscar los bienes del reo (según era ley), porqque las gentes no pensasen que "movida por la codicia había mandado facer aquella justicia".
La realeza así, aunque entonces tan seguramente arraigada en la conciencia del pueblo, se quería apoyar más y más en la opinión pública, cuidando que ésta tomase un pliegue confiado y optimista. Y esto, efectivamente, lo consiguieron los Reyes Católicos. Todos alababan "la inviolable iustissia" con que, al decir de Vespasiano Daviccisi, satisfacía Fernando por igual a los poderosos y a los pobres; así como la severa e inflexible rectitud con que Isabel decía holgarse de ver a cada uno en su puesto: los hombres de armas en campaña, los obispos en pontifical, los ladrones en la horca. Esta tan inexorable, pero incorruptible justicia es la que abre una edad de oro siempre recordada en los siglos sucesivos como la más feliz que vivió la nación.
El próximo lunes tenemos la junta de vecinos. Servidora va a proponer contratar a unos lozanos y fornidos caballeros de la Europa del Este.
Fdo: la flaca que te debe novecientos noventa besos.
Ejem. Refrénese un tanto, señorita Nata, y considere que estamos en público. Je je.
Bueno, Sr. Recato, en público estábamos cuando le di los diez besos que hay que restarle a los mil.
Ahora en serio, los villanos (ahora con motos emulando a "los ángeles del infierno")siguen en el portal y sus alrededores y, por lo visto, no hay mucho que hacer...
Siempre seguidora de Epicuro de Samos, voy a tener que adoptar la ética de Zenón de Citio. ¡Vaya tela!
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