lunes, 23 de abril de 2007

Spanish Sardana

En España no hay un sistema educativo. Hay, aproximadamente, diecisiete sistemas educativos diferentes. Las competencias en materia educativa fueron cedidas a las comunidades autónomas con extrema ligereza, hace mucho tiempo ya, casi desde el principio. Y con ese derecho malamente adquirido construyeron inmediatamente la herramienta necesaria: la Consejería de Educación, con su centuria perfectamente equipada de trabajadores bien alimentados y excelentemente dispuestos a darlo todo por su respectiva Patria.
Las respectivas comunidades han venido haciendo uso de ese derecho, que se ha ido expandiendo, hinchando hasta la desmesura. Es inconcebible el porcentaje que pueden modificar, por ejemplo, en los contenidos de las diferentes asignaturas. Y siempre apretando, siempre pidiendo, siempre hacia su norte fijo e inmutable. No es de extrañar que, de cuando en cuando, surjan voces alarmadas ante las mil y un tropelías que se están cometiendo continuamente en los diferentes lugares de este Estado-Matrix, probablemente el más atípico del mundo en materia educativa, como en muchas otras cosas.
La idea, hasta ahora intocable, es la siguiente: Es bueno que cada autonomía tenga concedidas las atribuciones en materia educativa, y es bueno que hagan uso de ese derecho para adecuar el sistema general a los contenidos específicos de dicha autonomía, dando expresión a las mil y una peculiaridades, idiosincrasias, singularidades… que pueda tener. Yo niego esa bondad y afirmo que es el germen de inevitables maldades.
Veo a las diecisiete comunidades autónomas bailando una extraña sardana, todas en círculo y mirando hacia fuera, muy pendientes de su baile pero sin prestar la mínima atención a las demás o a la coreografía del conjunto, siempre alejándose del centro… un poco más, un poco más. Y las que se quedan atrás toman como ejemplo a las que van lanzadas. ¡Tonta la última!
La directora de la Biblioteca Nacional de un país de cuyo nombre no quiero acordarme tiene cosas que decir. Ante la pregunta del periodista, responde que no ve ningún problema en que la educación en Cataluña se dé íntegramente en catalán, pues han ganado las elecciones los partidos que defienden la educación en catalán. Me quedo atónito. Esto es un gran engaño. Se me ocurre que si el gobierno de nuestro país, el que elegimos todos los ciudadanos, es de signo contrario, no podrían objetar nada ni ella ni nadie: se podrían suprimir sin más todas las tropelías que estamos presenciando. ¿Lo acataría la señora? ¿Lo acatarían los que no estuvieran de acuerdo? Recuerdo firmísimas declaraciones de desobediencia institucional (uno de los muchos delitos que han dejado de serlo) por parte de varios cargos políticos cuando el anterior gobierno tanteó tímidamente el terreno para la eventual –y finalmente defenestrada– ley educativa que iba a sustituir a la LOGSE.
La misma directora habla del imperio de los Países Catalanes, en un tono de suficiencia y con la cara surcada por una media sonrisa: «Ese imperio existió, guste o no», y se le hincha el espíritu de amor a su tierra. Y mientras tanto, don Ramón ultrajado.
Es todo tan absurdo que lo mejor que puedo hacer es desearos unas ilusionantes elecciones. ¿Esperáis algo bueno de ellas? Me alegro por los que, como yo, sí lo esperan.

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